Tomás de Torquemada fue un brutal inquisidor, obsesionado con venganzas personales y pujas de poder político, para lo que usaba su cargo como inquisidor en juicios de farsa. Su padre fue Ernesto, quien lo suplanta como juez de la Inquisición para salvar la vida del rabino Abraham Levi, el descubridor original de las Puertas del Tiempo.
Personalidad[]
Tomás de Torquemada es representado como un hombre instruido e inteligente, pero muy pomposo, cruel y vengativo. Detesta especialmente al Rabino por considerarlo su enemigo, y reniega de sus raíces judías. A estos efectos, es capaz de condenar a la hoguera a su propio padre para mantener a salvo su secreto.
Figura histórica[]
Tomás de Torquemada fue un presbítero dominico, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV. Torquemada inició el mayor periodo de persecución a judeoconversos, entre 1480 a 1530.
No se conoce la localidad natal de fray Tomás de Torquemada, aunque los historiadores han propuesto dos: el pueblo de Torquemada (Palencia) y Valladolid. Con seguridad, creció en la ciudad de Valladolid y devino fraile dominico en el Convento de San Pablo de Valladolid. Es comúnmente aceptado que tenía ascendientes judíos, y esto es confirmado en la serie por su padre, Ernesto, quien está avergonzado de él.
Parece ser que realizó algún tipo de estudios superiores en la Universidad de Salamanca, donde coincidió con Lope de Barrientos. Era aún joven cuando en 1452 fue destinado como prior al convento de Santa Cruz la Real de Segovia, donde comenzó a destacar por su celo organizativo. Coronada reina Isabel I de Castilla en 1474, Torquemada fue nombrado uno de los tres confesores personales que atendían las necesidades espirituales de los Reyes Católicos, en premio por sus destacados servicios como monje y erudito.
Creación de la Inquisición[]
Durante la estancia de la reina Isabel I de Castilla en Sevilla entre 1477 y 1478, el dominico sevillano Alonso de Ojeda, prior del convento de san Pablo, la convenció de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a instancias de los soberanos por el cardenal Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por Tomás de Torquemada, vino a corroborar las sospechas. Para descubrir y acabar con todos los falsos conversos, en 1478, los reyes solicitaron bula papal para la creación del Tribunal de la Inquisición del Santo Oficio, como dependencia directa de la Corona. El 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sincerae devotionis affectus, por la cual quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla.
En un principio, la actividad inquisitorial se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se sospechaba que habría detectado el foco de conversos judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. El sermón lo pronunció el propio Alonso de Ojeda, bajo cuyos atentos desvelos había resurgido la Inquisición. Tras diversos problemas en la organización y aplicación de los nuevos poderes inquisitoriales, el papa Sixto IV nombró a Tomás de Torquemada para el cargo de inquisidor general en 1483 a instancias de la reina Isabel.
Al poco tiempo, el 17 de octubre de 1483, Torquemada fue nombrado por el papa Inocencio VIII «Inquisidor General del Principado de Cataluña, de la ciudad y del obispado de Barcelona». Pero encontró una gran repulsa entre la población, negándose los concellers a prestar el juramento que les pedía el inquisidor. En 1484 Torquemada redactó el reglamento común que debía guiar las acciones de los inquisidores. La posterior extensión de su poder efectivo sobre la Corona de Aragón fue facilitada por el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués en 1485 en Zaragoza, atribuido por las autoridades a una comunidad de herejes y judío]s Tras la gran repercusión social de este asesinato, la población comenzó a colaborar con el papado.
Pocos años después, el supuesto asesinato ritual del llamado Santo Niño de La Guardia en 1491, igualmente atribuido sin pruebas a un colectivo de judíos, pudo influir en la proclamación del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492, y del que se le considera más que probable autor.
En 1493 se retiró al Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila, donde en 1498, a la edad de 77 o 78 años, acaeció su muerte.
Valoraciones[]
Existe muy poca información sobre la vida personal de Torquemada, razón por la cual ha sido objeto de diversas apreciaciones. Se han destacado sus dotes de eficiente administrador, así como su integridad, su capacidad de trabajo y su insobornabilidad.
Por una parte, se dice que era piadoso y austero: no quiso ser arzobispo de Sevilla, no comía carne, vestía con sencillez, no usaba lino como ropa de cama y ayudó a su hermana a ingresar en un convento de beatas dominicas en lugar de concederle dote para el matrimonio. Por otra parte, vivía en lujosos palacios atendido por numerosos criados, viajaba protegido por un séquito de cincuenta caballeros y doscientos cincuenta infantes, y acumuló una gran fortuna, procedente en parte de bienes confiscados a los herejes perseguidos, que gastó en ampliar el monasterio de Santa Cruz de Segovia y en erigir en Ávila el magnífico monasterio de santo Tomás de Aquino.
Al mismo tiempo, el nombre de Torquemada, como parte de la leyenda negra de la Inquisición española, se ha convertido en un apodo para la crueldad y el fanatismo al servicio del Catolicismo. El cronista coetáneo Sebastián de Olmedo lo describió como "el martillo de los herejes, el relámpago de España, el protector de su país, el honor de su orden".
La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España con una minuciosidad rara vez igualada con anterioridad al siglo XX. Cualquier persona mayor de 12 años (en el caso de las niñas) o de 14 (en el caso de los niños) era considerada completamente responsable por la Inquisición. Los herejes (cualquier persona sospechosa de no someterse al autoritarismo del clero católico) y conversos (antiguos judíos o musulmanes convertidos al catolicismo y sus descendientes) fueron sus principales objetivos, pero todo aquel que osara hablar en contra de la Inquisición era considerado sospechoso. Para evitar la propagación de las herejías, Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.
Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de diez mil personas y un número superior a otras cien mil sufrieron penas infamantes. Sin embargo, Henry Kamen considera que, hasta 1530, el número de personas ejecutadas por la Inquisición fue alrededor a dos mil.
Al parecer, aparece retratado detrás del rey Fernando II en la tabla de la Virgen de los Reyes Católicos.